A pesar de todo, es difícil convertirse en un verdadero luxemburgués, como Nico y Charly, por ejemplo, o los otros amigos de la escuela. Mientras más renegamos de nuestra nacionalidad más se ensaña con nosotros y nos sorprende cuando menos lo esperamos. Cojamos el caso de papá. Por mucho que grite a los cuatro vientos que nació en Differdange y que se naturalizó en 1952. Pues bien, por muy luxemburgués que mi padre es, su verdadera naturaleza se desata cada vez que un partido de fútbol enfrenta a cualquier equipo con la escuadra italiana. Entonces, durante el tiempo del partido, olvida su naturalización y todo y se pone a gritar como un oso a favor de los tragamacarrone.