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“Soy el mismo chico de la Col Pop”: Élmer Mendoza


10/04/2017

“Los seres humanos somos un rompecabezas y las piezas nunca cambian. Yo sigo siendo ese mismo chico de la Col Pop; al que le gustan las tostadas, enchiladas, fríjoles puercos y sopa fría. Hay una matriz que es firme en mi vida y que a veces piensa que vive en una ciudad muy bella o muy fea y que los culichis tienen la fortuna de tener tres ríos, paisajes inéditos, mujeres bonitas”. Esta es la voz del escritor Élmer Mendoza, ese mismo que una mañana de marzo se tomó una pausa para sentarse en la sala de su casa y confesar que ahora tiene una vida, un poco más tranquila. Han pasado pocos meses de haberse jubilado del Instituto Sinaloense de Cultura, el espacio en el que aportó durante muchos años al fomento de la lectura y formación de nuevos escritores y aunque aún imparte cátedra como maestro universitario, no tiene la presión de estar pensando en presupuestos, programas, proyectos, sólo los que tienen qué ver con la escritura de sus novelas. Vive un momento en el que escribe de corrido, hasta que llega la siesta de las tres y la quinta zaga del Zurdo Mendieta tiene una pausa. Bugambilias rosas y blancas En su espacio narrativo hay libros, pinturas, bugambilias rosas y blancas. También agua de frutos rojos y la certeza de seguir escribiendo cada libro como si fuera el primero. Eso lo aprendió de Robert Redford. A estas alturas, dice que le cuesta más trabajo subir el nivel que ha alcanzado con sus novelas: El amante de Janis Joplin, Un asesino solitario, La prueba del ácido, Balas de plata, Cóbraselo caro, Besar al detective, El misterio de la orquídea calavera, aunque sabe que si trabaja algo bueno saldrá de ahí. Maduro físicamente, en su historia como escritor, Mendoza se ha movido en el mundo de las letras para colocar a su ciudad en el mapa universal. Culiacán le debe mucho. Es ese universo literario en el que transitan algunos de sus personajes. “Mis novelas son de esta ciudad. Yo tengo mi ciudad real y mi ciudad literaria; uno de mis sueños era ponerla en el mapa cultural del mundo porque tenemos una ciudad que es muy viva, sencilla, cada vez descubro más puntos de observación que no había explotado antes, eso me permite conseguir que mis novelas no sean iguales”, asegura. “Me duele la violencia que se vive, me gustaría que fuera una menos peligrosa, pero no fresa. Ciudades como las nuestras necesitan su toque de violencia pero no podemos permitir llegar al punto de no poder circular de noche. Tenemos que desterrar las costumbres de fiestas en calles ¿los vecinos qué culpa tienen de nuestras alegrías?”. De manera contraria, le gusta la gente que la habita: el habla, el tono, las palabras, los matices, las voces, las formas de nombrar las cosas y la comida. ‘Todo va bien’ En 2015, el escritor sufrió un infarto y ha perdido varios amigos. Ahora las cosas van bien. Recientemente participó en la Feria del Libro de Londres y en la de Frankfurt, Alemania como lo mejor que la Universidad Autónoma de Sinaloa tiene. “Ya tuve un aviso fuerte y eso me ha ido pintando más o menos cómo va el asunto, no tengo miedo, cuanto me tenga que ir me iré. La muerte es algo que no tiene remedio, no me angustia ni me preocupa. Todo va bien, estoy terminando la quinta novela de la zaga del Zurdo Mendieta”, detalla. “Desde la segunda tuve muchas dudas sobre si debía escribirlas o no. Escribí la primera, Balas de plata, para demostrar que podía hacer novela policiaca, pero construí un personaje que debía continuar”. Cuando escribe, agrega que no piensa en los otros, sino en el libro mismo porque si consigue crear un universo independiente, los otros lectores lo apreciarán. “Lo único que me preocupa, es que hay un momento en el que yo pierdo el control de mi propuesta, porque corrijo mucho y algunas cosas no las alcanzo a distinguir”, menciona. Alcanzar un nivel Cuando Mendoza empezó a ganarse un lugar importante en el mundo de las letras, su camino ya era largo. La escritura de cuentos, novelas, la creación de un sello editorial, maestro de talleres literarios, promotor de la lectura habían sido su vida. Desde Culiacán se empezó a abrir paso; ganó premios, ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua, al Colegio de Sinaloa, su nombre es homenajeado en ferias de libros. “Yo sé que he alcanzado un nivel, en el cuesta mucho ir más arriba, desde luego que pienso que debo ascender más escalones y eso tiene qué ver mucho con mi obra y lo que pase con ella, seguro lo conseguiré aunque tampoco sé tanto para qué”. “Tengo prácticamente tengo todo lo que los autores anhelan; fama, gano dinero con la obra y tengo más invitaciones con las que puedas cumplir dentro y fuera del país”, reconoce, “estar ubicado con una estética nueva, importante en el mundo de las letras me halaga y alegra mucho, pero siempre tengo la tentación de que puedo lograr más cosas y para eso tengo que trabajar. Los momentos creativos traen cosas. Confío en que si trabajo algo pasará”. Esto, aclara que nadie se lo ha regalado. En su historia personal siempre ha tenido que hacer algo para que las cosas lleguen. En su familia no hay compadres, ni influencias posibles, salvo una que fue económica. “Los amigos, nunca me han faltado, siempre han estado en el momento oportuno, también aquellos personajes extraños, que un día hablaron conmigo y me revelaron cosas acerca de mí. Estoy cumpliendo los pronósticos que alguna vez me auguraron”.




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