Este libro busca insaciablemente el horizonte donde ha de ser leído. Cree encontrarlo para perderlo en el momento siguiente, que puede ser el de
un punto y seguido o el de una pausa prosódica; está hecha de pérdidas y ganancias, de intermitencias y cortes, tajos, e interrupciones, pero de allí nace su extraña coherencia. En ese ritmo entrecortado quiere encontrar su legitimidad, su ley, su música. Quien lo escribió desconfía de la facilidad con la que puede simularse un estilo, porque sabe, quizá, que el estilo es, o debe ser, una plenitud de la agudeza, puro brillo punzante, sin disimulos ni disfraces.