A la hora del bicentenario de la primera emancipación de los pueblos hoy denominados latinoamericanos, vale la pena repensar las condiciones bajo las cuales hemos construido las condiciones de nuestro presente histórico. Los textos del presente libro van en esa dirección, dirigidos a reflexionar sobre nuestro subcontinente en su conjunto. [...] Esta Latinoamérica que sueña y actúa, donde las minorías han comenzado a aparecer en el escenario; donde los movimientos sociales se expresan permanentemente en lo social, cultural y político; donde lo alternativo florece tanto en la sociedad, a nivel micro y cotidiano, como en el Estado, a nivel macrosocial y estructural; donde los desastres producidos por el privatismo capitalista en versión neoliberal son lentamente restañados a partir de voluntades proliferantes y transformadoras —no siempre convergentes, por supuesto—, es el suelo desde el cual el bicentenario nos interpela. Esta vez, pensando ya no solo a partir de una supuesta o real «excepción argentina» en América (como hace un siglo), sino desde la comunidad de sociedades y naciones que conformamos, en la conciencia de nuestro común destino histórico continental. Destino común que no implica una identidad negadora de las especificidades nacionales o regionales, étnicas o lingüísticas, sino más bien lo contrario: una Latinoamérica como florecimiento de diferencias y alteridades, como polifonía de voces y estilos múltiples, como espacio plural de constitución de pensamientos y de acciones. Esa que es una sola en su heterogeneidad interna, que puede reconocerse en su espacio común desde el sustrato de la diversidad y de lo multiforme.